martes, 25 de noviembre de 2008

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HISTORIAS: LA MANO DE GOMA

LA HISTORIA DE TONI.
Había una vez un  niño que era muy sucio. 
Un día salió al bosque de caza. Al pronto empezó a llover muy fuerte y cayó un rayo. Le cayó al niño en la mano. El niño comenzó a llorar y de pronto se le cambió la mano por una de goma. Entonces una voz se oyó del cielo: "¡Tendrás que hacer todo lo que puedas para ayudar a la naturaleza!"
Entonces salió corriendo para meter en la bolsa de basura todo lo que había por el suelo. Cuando terminó cogió las máximas semillas que pudo y las plantó en el suelo. Y cuando acabó con todo lo que pudo hacer para ayudar a la naturaleza por fin se le quitó la mano y le volvió la verdadera. Prometió ser siempre limpio y cuidar de la naturaleza.

LA HISTORIA DE JUAN.
Juan era un niño que todas las noches se ponía en su mano un guante de goma. Se dedicaba a asustar a sus hermanitos con su mano de goma. Les decía que él había nacido así.
A sus hermanos les daba mucho miedo. Hasta que sus padres lo descubrieron y le quitaron su guante de goma. Ya nunca más asustó a sus hermanos.

LA HISTORIA DE ANDREA.
Esto era una vez un niño que estaba leyendo. Al cabo de un rato se quedó dormido. Soñó que estaba en la pradera y cogió una mano de goma. Se la puso y tenía poderes mágicos. Podía coger las estrellas, la luna y muchas cosas. Pero lo que no podía tocar era la nieve. De pronto le llamó su madre:
-¡Hijo, despierta!
Uf, era sólo un sueño...

LA HISTORIA DE BERNARDO.
Érase una vez una mano de goma. 
Ésta tenía 4 dedos en vez de cinco como las demás.
Un día un niño llamado Bernardo, la compró y quiso probarla, pero cuando se la colocó le faltó un dedo. Quiso descambiarla. De repente...

Algo mágico ocurrió. Le apareció el quinto dedo. Se hicieron muy amigos. Aquella mano le ayudó a muchas cosas. Por ejemplo: limpiar su dormitorio, recoger la ropa sucia, incluso cuando escribía y se equivocaba, borraba con ella.

LA HISTORIA DEL PROFE.
Pepito Picatoste era un niño pequeño, suave... Casi parecía de algodón. No, no era como el burrito Platero, no. Es que era así. Sobre todo, muy dulce. ¡Cómo no lo iba a ser si le entusiasmaba todo lo que tuviera azúcar: caramelos, piruletas, chupachups...!
Un día fue al cine a ver una película titulada "La mano de goma". Pepito entró a la sala con un arsenal de dulcerías, dispuesto a pasar un rato la mar de sabroso viendo aquel film de título tan raro. Chupa que te chupa, masca que te masca, no se dio cuenta de nada hasta que salió del cine. Fue su madre quien  la  echó en falta:
-¡Pepito! ¿Dónde tienes la mano izquierda? 
-Mamá -dijo mirándose el brazo, el muy despistado-, me la habré dejado en el cine...
-¿No será que te la has chupado, creyendo que era una piruleta? -le recriminó su padre- ¡Anda, vamos para la Clínica San Milagrote a ver si la cosa tiene arreglo!
Veinte minutos más tarde, una radiografía estomacal no ofrecía dudas: la mano de Pepito había sido chupada centímetro a centímetro. La única solución posible para arreglar aquel despropósito sería ponerle una mano de goma.
En ésto que Pepito dio un salto en su asiento. ¡Demonios, qué mal sabía el chupachups que estaba lamiendo en esos instantes! Se dio cuenta entonces que ya estaba chupando el palitroque y que acto seguido, hipnotizado por la gran pantalla, corría el riesgo de chuparse la mano. Igualito que lo que le había ocurrido al protagonista de la película, también llamado Pepito. ¡Casualidades de la vida! Entonces, palpando en la oscuridad, agarró con cada mano a sus papás y les dijo:
-Vámonos de aquí, pronto. No quiero acabar como el chico ese de la pantalla.
Chico listo nuestro Pepito Picatoste. Desde entonces supo moderarse en el consumo de chucherías. Pese a lo cual, siguió siendo un chico pequeño, suave y dulce, muy dulce.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Que guais.Paula

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